sábado, 27 de abril de 2013

LAS TENTACIONES FORJAN VIRTUDES

LAS TENTACIONES FORJAN VIRTUDES

Por: Pavlusha K. Luyando Joo

No es conveniente ceder a las tentaciones, pues las malas inclinaciones crecen con los propios actos. Mientras más se repite el acto malo, la inclinación al mal se arraiga y se enseñorea en el cuerpo. Quedará la persona más inestable y las caídas serán mucho más fáciles.
Por ello debemos luchar contra las tentaciones, cuando resistimos a ellas crecemos en virtud y fortaleza.
Las tentaciones son necesarias en la vida del hombre. Cuando la mar está tranquila, el hombre se torna confiado, la larga paz lo vuelve flojo y poco diligente. Cuentan que Cantón en el senado romano dijo alguna vez: “conviene a los romanos que Cartago este en pie, para que el ocio no nos traiga peores males”.
Al no tener tentaciones hace que los hombres se vuelvan descuidados. No hay quien les haga tomar disciplinas, busca entretenimientos para paliar su aburrimiento. Por ellos son importantes las tentaciones para despertar al hombre, para que se acuerde de Dios. La necesidad y el peligro enseñan a orar y hacen acudir a Dios de verdad.
Lamentablemente vemos que cuando todo va bien descuidamos  las cosas espirituales.
Igual que una madre cuando deja a su pequeño hijo dar solo algunos pasos con el riesgo de caer, para así aprender a caminar; así Dios permite algunas tentaciones o pequeñas caídas para que sean los despertadores y estimule avanzar en la vida espiritual

LA IMPORTANCIA DE LA MANSEDUMBRE


La importancia de la mansedumbre
Por :Pavlusha K. Luyando

Después de la humildad y pobreza, es la mansedumbre la virtud más importante. Por eso, Jesucristo decía a sus amados discípulos: Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y así hallareis descanso para vuestras almas. La humildad es como la raíz del árbol, y la mansedumbre es el fruto.

Con la humildad, dice San Bernardo, se agrada a Dios, y con la mansedumbre, al prójimo.
No hay virtud que los atraiga tanto como la mansedumbre.
Si se les trata con mansedumbre, todos se presentan, es como mostrar miel a las abejas, todas vienen; pero si se les trata con aspereza, se incomodan, se alejan y se quedan allá murmurando de nosotros (San 3, 13-15).

El apóstol que no trabaja con mansedumbre, sirve al mal y solo al mal.